Normalmente las decisiones que serán buenas decisiones vienen de tomarlas tras analizar el contexto bajo un principio de realidad. Sin embargo, si esta realidad es de amenaza constante y nos somete a una situación de estrés crónico, pues quizás debemos intentar cambiar un poco la realidad, al menos una parte de ella. Podemos optar por pensar en las crisis como oportunidades, pues negarlas, renegar contra ellas y quedarnos en una postura de pasividad no va a ser el mejor camino. Ejemplos de resiliencia durante la actual pandemia abundan, personas que cambiaron de rubro, se reinventaron y están sacando lo mejor de ellos para pasar la difícil situación en la que todos nos encontramos. La resiliencia se aprende y se entrena. Sólo necesitamos de ciertos factores y alguna figura que en algún punto de nuestra vida nos haya inspirado, acompañado y haya sido motor para emprender el camino de supervivencia durante las mareas altas. El amor incondicional es un gran factor de resiliencia. El amor propio, la empatía, la escucha activa, la creatividad, el juego y la risa serán nuestros salvavidas.
Escúchate, observa lo que piensas y sientes, llora si es necesario, grítalo, escríbelo, transfórmalo y usa el amor como la mejor medicina.
Si tenemos menores en casa, no podremos ayudarlos si no nos ayudamos antes a nosotros mismos. Si logramos reconocer cómo nos sentimos, nuestros hijos aprenderán a hacer lo mismo, verán lo importante que es el autocuidado y poder tener con quien hablar de lo que nos sucede. Si nos quedamos en negación respecto a nuestros sentimientos y comportamientos, no podremos ser factores de resiliencia para ellos. Nuestros hijos no necesitan que seamos perfectos, necesitan que seamos alcanzables, mirarse en nuestros ojos y sentir que estamos conectados con ellos, que podemos ser sus contenedores, con defectos y virtudes pero siempre con una mirada amorosa. El amor es alquimia, es el único camino y requiere de empezar navegando hacia adentro para luego poder dirigirlo hacia afuera.
Parte de la realidad está conformada por los ojos que la ven. Si entendemos esto, pues es preciso cambiar la manera de mirar ya que es lo único que podemos lograr controlar. Pero para que la flor se abra necesita atravesar la tierra y luchar contra la gravedad. Así, nosotros necesitamos mirarnos al espejo, ver lo que muchas veces preferimos evadir. Lo más curioso es que mientras más evadimos, nuestros hijos más cumplirán esa función de espejo. Nos mostrarán con su conducta y sus emociones todo eso que no hemos aún mirado, aceptado y mucho menos trabajado en nosotros mismos.
En la situación de confinamiento las personas que logran tener refugios saludables en su interior, que están acostumbrados a mirarse y poder transformarse, son los que podrán salir adelante sin mayores estragos. Será más complicado para las personas que viven hacia afuera y que en ocasiones pueden llegar a lamentables extremos de no soportarse a sí mismas. A ellas puede que les cueste demasiado emprender el camino de la auto observación, probablemente por guardar dentro muchas carencias, heridas y experiencias no gratas que de sólo recordarlas generan temor, rechazo y necesidad de esconderlas.
Actualmente no hay escapes físicos como los conocíamos, sin embargo hay otros escapes como el uso de anestésicos emocionales, llámense estos, alcohol, cigarrillos, internet y otras drogas.
Aprovechemos este tiempo, duro sí, pero no imposible de pasar, démosle la vuelta, pongamos el amor por delante y curemos nuestras heridas. Pidamos ayuda si no logamos ver el camino. Nos lo merecemos y nuestras familias también.
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