En 1902, hace casi 120 años, Daniel Garrison Brinton, autor de importantes contribuciones a la antropología estadounidense, escribió en su libro, La Base de las Relaciones Sociales, acerca del Wanderlust. Es una de las primeras referencias escritas que hace alusión al término y es muestra fehaciente que alrededor de esa época en Estados Unidos se popularizó la palabra “prestada” del idioma alemán. Prestada sí, pero con otra connotación. En el país bávaro la usaban para hacer referencia a los jóvenes que tenían pasión por las caminatas al aire libre, pero en Estados Unidos la convirtieron en la expresión mundialmente conocida, y ahora de lenguaje universal, que describe al “deseo incontenible de viajar”.
Tanto es así que algunos científicos recientemente, con las tecnologías modernas, han identificado un gen que explica en parte este comportamiento y lo han bautizado, cómo no, con el mismo nombre. Según ellos, el gen DRD4-7R, su nombre académico, una variante que posee cerca del 20% de las personas, es el catalizador del placer o la dopamina que los viajeros generan al estamparle un sello al pasaporte y viajar. Es decir, ¡el wanderlust es genético! Dicen que el deseo por el cambio, la disposición por asumir más riesgos, y, obviamente, la inclinación obsesiva por viajar, es explicada, en parte, por esta secuencia del ADN. Increíble. Entonces me pregunto, ¿por qué algunos piensan que el sector turismo se va a tardar 5, 6 o más años en recuperarse?
Yo, la verdad, discrepo con eso. Viajar está cableado en el ser humano. A mi entender el turismo, del lado de la demanda, se recuperará muchísimo más rápido de lo que muchos estiman a pesar de la crisis económica. El turismo no sólo está respaldado por una secuencia de nuestro ADN, sino que ya no es un lujo, el viajar ya no es un capricho, ahora viajar es una necesidad. Es una necesidad que con la verificación de la factibilidad del trabajo a distancia va a convertir, inclusive, a muchos en “nómades digitales”. Es decir, a penas los problemas de salud pasen, los viajeros retomarán la ruta a escala global. Y eso no va a durar 5 o 6 años.
Pero bueno, quién soy yo para sermonear sobre lo que va a pasar. Mejor interiorizar algunas cifras que nos describen un poco el panorama mundial y nos permiten hacer proyecciones.
Para empezar, ya hay muchas encuestas de instituciones serias que determinan que el wanderlust no ha disminuido. Por ejemplo, una encuesta realizada a más de 2,500 clientes en 110 países por Hostelworld, una de las Agencias en Línea más importantes especializada en viajeros jóvenes, determinó que la pasión por viajar en este segmento se mantiene intacta. Cerca del 48% de los encuestados menores de 35 años pensaba viajar dentro de los 2 meses posteriores a que se levantasen las restricciones de viaje en sus respectivos países.
Por su parte, Phocuswright, luego de hacer un estudio en Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania en mayo, daba cuenta de que para que los viajeros en general viajen otra vez, como es lógico, se deberían cumplir los 3 siguientes requisitos: se debe reducir el riesgo de contraer el virus en el extranjero, se deben reducir las restricciones como cuarentenas en los destinos y se debe tener la posibilidad de disfrutar el destino sin restricciones.
Por lo tanto, ¿cuándo se comenzará a viajar otra vez de tal manera que permita operaciones turísticas rentables? Simple. Como dije arriba, cuando salga un tratamiento efectivo. Y, ¿Cuándo será eso? Según los entendidos y diversos artículos sería este año. Los tratamientos más prometedores son los de anticuerpos que están en la etapa final según la FDA de Estados Unidos.
Pero obviamente todo el mundo no va viajar en bloque. La tolerancia al riesgo es variable. Según un reciente artículo de CNBC basado en estudios del comportamiento pasado, los turistas que viajarían internacionalmente primero estarían divididos en 3 grupos. El primero estaría compuesto por profesionales jóvenes con edades entre 20 y 40 años que viajarían básicamente a capitales. El segundo serían las familias jóvenes que ya conocen el destino a donde planean viajar y, en paralelo, el tercer grupo lo integrarían los llamados “mochileros” o “nómadas digitales” de entre 18 y 28 años que tienden a tener estadías prolongadas.
Sin embargo, como es intuitivo, cada resultado particular variaría de acuerdo a la particularidad de la historia y economía de cada nación. Por ejemplo, hace poco el Economic Times de India publicó un artículo que pronosticaba que ellos tardarían entre 12-18 meses para recuperar los niveles del turismo del 2019. En paralelo STR, una de las consultoras más prestigiosas del sector, proyectó hace unos días que recién desde enero de 2023 se verán niveles similares de demanda por habitaciones hoteleras en Estados Unidos a los del año 2019. Es decir, cada país es un mundo. Y el Perú no escapa de su propio análisis. Así como el virus muta en cada territorio, el turismo peruano también tiene su propia sepa y características.
Entonces, con la data precedente, ¿qué es lo que pienso que pasará en el Perú respecto del turismo extranjero? Veamos primero la oferta, la oferta formal. Pienso que, dado a que la ayuda del gobierno va a ser limitada y lenta, muchas de las empresas del sector van a quebrar (Hoteles, agencias, etc.). Sólo algunas podrán sobrevivir, principalmente las que accedan a créditos o tengan mucha caja. Es decir, habrá una contracción de la oferta importante en el corto plazo, a diferencia de lo que pasará en los países más ricos. Asimismo, muchos de los proyectos hoteleros se cancelarán o se suspenderán. De hecho, los involucrados con el sector pueden dar ya fe de ello. Sobre todo, los hoteles cuyos clientes objetivo son los viajeros de negocios (amerita un artículo aparte).
Sin embargo, esa oferta, conforme la demanda vaya incrementándose será reemplazada con otros actores. En el corto plazo muchos inversionistas del sector y ajenos al mismo verán una oportunidad. Respaldados con ahorros y deuda, se pondrán el gorro de comprador. Con ello, muchas empresas y hoteles del sector cambiarán de mano, pero en el mediano plazo la infraestructura seguirá en pie.
Eso hablando de la oferta formal, pero el turismo extranjero en el Perú no escapa de la informalidad que nos caracteriza como peruanos. El desregulado Airbnb ha sufrido un estallido debajo de su línea de flotación. La mayoría de “empresarios” que destinan sus departamentos, casas y edificios a ser hoteles y practicar a plena luz del día competencia desleal con la anuencia de nuestras autoridades, no tendrán más remedio que cambiar de giro y comenzar a alquilar a personas locales a precios más baratos o vender sus propiedades. Eso principalmente en el corto plazo. Otro golpe importante para la oferta.
En lo que respecta a la demanda es otra historia. Primero debo contarles que el viajero que viene al Perú es un viajero joven. Su promedio de edad es menor de 40 años. Es decir, por lo que hemos visto, cuando se levanten las restricciones y se solucione el problema de salud los viajeros volverán a viajar. Y los jóvenes, esos que justamente vienen a Perú, viajarán más aún. Ya dependerá de que nuestras autoridades puedan controlar la epidemia dentro del Perú y sepan promocionar Machu Picchu en el extranjero de manera eficiente como planteo en mi artículo anterior.
Así como escribí en marzo que esto duraría máximo un año y fui criticado por pronosticar 12 meses malos, hoy les digo, otra vez, que no hay cabida para el pesimismo respecto del futuro del sector en general. En el Perú la oferta de corto plazo se verá muy afectada y se tomará un tiempo de reponer, pero la demanda de vacacionistas no creo que se demore mucho en reactivar, especialmente, entendiendo a los grandes emisores de turistas extranjeros que vienen al Perú: Estados Unidos y Europa. Serán entonces los hoteles y agencias que puedan sobrevivir los que se beneficien por la contracción de la oferta y, si el gobierno actúa adecuadamente, del rebote de la demanda. Habrá muchos muertos y heridos, habrá cambios de actores, pero el turismo persistirá y nuestras atracciones yacerán incólumes para el disfrute de todos los que buscan enriquecerse con una experiencia transformadora. Después de todo, como escribe Brinton: “el Wanderlust surge como una epidemia emocional”. No hay mejor arma para combatir una depresión post pandemia de salud que una epidemia emocional de pasión por viajar. El Wanderlust es genético y el Perú cuenta con grandes atractivos.
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