Menudo tema el que plantea este artículo: cómo debería ser el próximo presidente, pero el que realmente necesita el Perú. Para hacer este análisis realista y divertido dejaremos de lado las típicas alusiones a sus valores, sus habilidades blandas o su experiencia profesional. Hablaremos en serio, de lo que realmente se necesita en este país para hacer un cambio estructural en sólo cinco años. Esa es la clave de este artículo, definir al presidente ideal para hacer las reformas que el Perú requiere -o al menos dejarlas bien encaminadas- en sólo cinco años pues, hasta nuevo aviso, aquí no hay reelección presidencial.
Aquí van las cuatro características de mi presidente ideal.
Que sea un estratega, como Napoleón
No habrá ninguna reforma posible en un sistema donde la corrupción está enquistada por todas partes. Lo primero que haría un presidente ideal sería combatir la corrupción. El combate a la corrupción es eso: un combate dentro de una guerra declarada. El enemigo es poderoso y está en todas partes, como un asintomático, es decir, uno no sabe si está o no infectado por el “virus” de la corrupción, así que podría ser cualquiera.
El enemigo es inteligente, pues los corruptos no solo se defenderán, sino que atacarán formando coaliciones. Se atrincherarán en el Congreso y en todo organismo público con poder.
Por ello, se necesita un presidente que piense como un estratega militar en plena guerra y no tanto como un estadista o diplomático. Necesitamos un presidente que sea más parecido a Napoleón que a Churchill.
“No avances con aire marcial. Basta con que seas fuerte, te enfrentes al enemigo y lo derrotes, eso es todo”, dice El Arte de la Guerra (Sun Tzu).
Que conozca la historia peruana, como Basadre
La mayoría de los peruanos estamos hartos y molestos. Por ello buscamos líderes en cualquier hijo de vecino que diga algo distinto para llevarlo al Congreso. Luego nos damos cuenta que nos engañó. Nos molestamos más y buscamos un nuevo líder, en un ciclo interminable de frustración que solo capitalizan caudillos radicales que sí logran entender al peruano de a pie.
Por ello, el presidente ideal debe conocer y entender la historia peruana. Debe haber leído “La Historia de la República del Perú 1822-1933” del maestro historiador Basadre. Debe entender a su audiencia, al pueblo peruano y su falta de identidad, su clasismo, el racismo vigente, la informalidad perenne y la debilidad institucional que han existido desde siempre.
Quien olvida su historia está condenado a repetirla. Y eso nos pasa en el Perú década tras década.
Que sea autoritario, como Don Corleone
Siempre confundimos ser autoritario con ser un dictador. No es lo mismo. El sicólogo alemán Kurt Lewin (1890-1947) definió tres tipos de líderes: autoritarios, democráticos y los que dejan pasar las cosas. El líder autoritario es el que monopoliza la toma de decisiones y determina los roles de todos, las técnicas y métodos que deben seguir para completar sus tareas.
Jack Welch, el transformador del conglomerado mundial de General Electric (GE) y considerado el ejecutivo del siglo 20 por la revista Fortune, tenía más de autoritario que de democrático. Es que necesitaba serlo para transformar una organización mundial como esa, pues claramente encontraría resistencia al momento de cerrar unidades de negocio que no funcionaban.
Y esa es la clave: el líder autoritario elimina las resistencias al cambio. ¿Acaso creemos que cuando se busque ordenar el transporte público los choferes de combis y colectivos informales se irán a sus casas sin protestar? ¿Alguien en su sano juicio piensa que los gobernadores estarán contentos con una revisión de fallido proceso de regionalización del país?
Ese tipo de líder necesita el Perú. Uno con autoridad, a lo Vito Corleone, donde nada se cuestione y todo se haga de acuerdo con el plan.
Que sea elocuente, como Obama
Necesitamos un presidente que se comunique bien, que sea carismático, elocuente y que se gane al púbico. Hemos tenido presidentes que han sido lamentables oradores. Los discursos del 28 de julio parecen ser hechos a propósito para aburrir a la audiencia, como para que todos rueguen que terminen pronto.
El país necesita un líder a quien seguir y que convenza para poder tomar acción en temas difíciles, muchos de las cuales serán imposibles sin el apoyo popular.
La época de los presidentes viajeros ya pasó. Ahora es la época de uno que se lleve bien con la cámara y que domine las redes sociales. Uno que contrate a Obama de asesor de imagen.
¿Será mucho pedir un presidente así?
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