El fantasma de una depresión económica recorre el mundo entero y le toca la puerta al Perú. Es momento de hacer un gran esfuerzo de autocrítica y, más unidos que nunca, en torno al “Pacto Perú” que ha convocado el presidente Vizcarra, los peruanos debemos enrumbar al país por una “Hoja de Ruta 2020-2025” clara e innovadora.
Dicho Pacto se justifica por las circunstancias de tragedia económica, social e institucional que vive Perú, que nos plantea el doble reto de superar la crisis y a la vez alcanzar una ‘Nueva Normalidad’ que, a diferencia de la ´Vieja Normalidad´ previa a la pandemia, asegure un alto nivel de resiliencia y sostenibilidad económica, social e institucional a mediano y largo plazo.
Hace poco la agencia Bloomberg confirmó que el desplome de la economía peruana en el segundo trimestre (-30,2%) es un récord mundial, como también es un récord en la historia del Perú republicano con rastro estadístico trimestral.
Sin embargo, el gobierno se muestra confiado en que la economía ya estaría en recuperación (como lo reflejaría el aumento del consumo de electricidad), por lo cual con las inversiones públicas y privadas anunciadas en los discursos del presidente Vizcarra y el nuevo premier, fácilmente volveremos a crecer rápidamente en 2021 y todos felices y contentos. Sin embargo, se está confundiendo el repunte coyuntural originado por la normalización de las actividades económicas que estuvieron paralizadas, con un proceso de recuperación cabal.
En los hechos, durante el segundo trimestre sólo el sector financiero, seguros y pensiones creció a una tasa elevada (9,8%), seguido por las telecomunicaciones (2%) y la agricultura (1%). El resto de las actividades económicas siguen en el foso. Particularmente el comercio (-45,4%), los servicios prestados a las empresas (-43,1%), el transporte (-55,3%) y otras actividades severamente castigadas por el deterioro rotundo del consumo privado (-41%).
El nivel de empleo se ha reducido en 40% respecto al 2019 y 50% en áreas urbanas, debido al colapso del sector informal de la economía. Nótese que actualmente más de 65% (antes de la pandemia era el 58%) del consumo privado proviene de trabajadores de micro y pequeñas empresas mayormente informales que se han quedado sin trabajo al quebrar la mayoría de ellas.
Lo que significa que todo ese contingente de alrededor de 7 millones de trabajadores ha perdido su capital de trabajo y su patrimonio tangible e intangible, logrado tras muchos años de sacrificio y de ahorro familiar. Mientras no lo recuperen no será posible que el consumo privado vuelva a crecer, salvo que el sector formal absorba todo ese ejército de desocupados; un imposible.
Para recuperar la economía se requerirá implementar un shock de demanda, pero no de corte Keynesiano, que asume una economía con empresas homogéneas (capaces de absorber todo el empleo que su stock de capital les permita), y con consumidores homogéneos (con propensiones al consumo similares). Con tales supuestos heroicos, bastaría con generar empleos postizos (temporales) como los que pretende generar el gobierno con el programa Trabaja Perú, más uno que otro proyecto de inversión pública en infraestructura.
Se pretende poner a andar la economía, simplemente echándole gasolina, sin tomar conciencia de que el motor del carro se ha fundido. Si no se reconvierte ese motor o se reemplaza por uno nuevo caminará un par de cuadras y luego volverá a apagarse, cuando esté instalado un nuevo gobierno que heredará un endeudamiento público meteórico, un forado fiscal galopante por una drástica reducción de la recaudación tributaria que se está incubando, con una cartera pesada mayúscula que más adelante tendrá que sincerarse.
Aquí una verdadera reactivación sólo será viable y sostenible aplicando un enfoque Kaleckiano, reconociendo la heterogeneidad estructural de la economía peruana, donde un núcleo monopólico y oligopólico de empresas que fija sus precios y las reglas de juego, convive con un sector informal excluido económicamente, altamente vulnerable, pero que es el eje del consumo privado.
La inversión privada solo puede fluir sostenidamente si avizora beneficios futuros, y ello no sucederá si no se restituye el consumo privado. Más aun teniendo en cuenta que la demanda externa permanecerá postrada por varios años. Por ello la estrategia de recuperación económica debe enfocarse a restituir los empleos de las micro y pequeñas empresas, para lo cual es fundamental volverlas competitivas, organizándolas en redes y clusters, dándoles acceso a financiamiento a mediano plazo, tecnología y asistencia técnica de calidad.
Un diagnóstico erróneo del actual entrampamiento económico puede implicar tener que caminar por una cuerda floja populista, conducente a un estancamiento económico largo, con inestabilidad económica y social que podría desencadenar indeseables episodios de extremismo político violentista, desgobierno y emigración masiva de nuestros mejores talentos.
Esperemos que prospere el “Pacto Perú” convocado por el presidente Vizcarra, resultante de un consenso entre todas las fuerzas políticas y organizaciones representativas de la sociedad civil, para establecer la visión, la misión, los objetivos estratégicos y los principios guías para la elaboración de la “Hoja de Ruta 2020-2025”. Ésta tendría que ser encargada a un Consejo Consultivo Multidisciplinario conformado por expertos, cuya versión definitiva deberá contar con el respaldo del Acuerdo Nacional. ¡No hay tiempo que perder!