MARCIAL ORTIZ DE ZEVALLOS DA SU DIAGNÓSTICO DE LA CRISIS SOCIAL, ECONÓMICA Y POLÍTICA QUE VIVIMOS Y, UNA VEZ MÁS, NOS URGE A CAMBIAR EL PARADIGMA MÁS ARRAIGADO PARA LA PROMOCIÓN DEL TURISMO QUE TENEMOS QUE ES LA “DESMACHUPIZACIÓN”.
Hace unos días una niñita entró al café donde estaba. Tenía un letrerito de cartón que decía: “Ayúdame, mi mamá está enferma”. Mientras le compraba el producto que ofrecía le pregunté, qué es lo que tiene tu madre, y ella me dijo que cáncer, que su papá había perdido el trabajo y todos estaban tratando de ayudar a su familia como podían. ¿En qué trabajaba tu papá?, indagué, y ella mirando al suelo me dijo que en un hotel. Me quedé callado observando el lapicerito que le había comprado. La niña se fue.
Luego de pensar un rato resolví, hoy toca hablar de política. Hoy toca alzar la voz por los que trabajan en turismo, por este gigantesco grupo de peruanos que están invisibles, a lo largo y ancho del Perú. Hoy toca visibilizarlos, porque padecen debido a la violencia generada por unos pocos que nos han aislado del circuito turístico mundial. Hoy toca plantear soluciones para que se acabe el terror, los bloqueos de carreteras, la toma de aeropuertos y el vandalismo.
Para que tengan una idea, en el 2019 más de 1.5 millones de peruanos adultos, cerca del 10% de la PEA, número superior a la población total de Puno, Cusco o Ayacucho, trabajaban directamente en turismo. Producían cerca del 4% del PBI ¿Cuántas personas comían de esos ingresos? Multipliquen, calculen. Asuman el número que quieran de hijos, parejas, padres, abuelos, enfermos terminales, etc.
Este gigantesco número de personas hoy viven una tragedia, ahogados en un pozo de odio extremista, mezquindad burocrática e intereses ajenos al bien público. Se calcula que quedan menos de 400,000 a flote y los otros buscándose el pan día a día. Y los que sufren más como siempre son justamente los más necesitados, aquellos que los manifestantes dicen defender, que luego de casi 3 años de pandemia, deudas, despidos, familias separadas, ventas, sufrimiento, reinvenciones, ya no tienen oxígeno.
Y bueno, entonces la pregunta es ¿Cómo pacificamos al Perú para que este bondadoso sector reflote? Creo que lo principal es entender a los distintos actores de la crisis actual.
En primer lugar, está el ejecutivo. Mi lectura es que pedir la renuncia de la presidenta Boluarte, otrora “compañera” del aspirante a dictador que luego pretendiera una fuga a Acapulco, es una utopía. Salvo que pasen eventos mucho peores de los acontecidos. No le conviene renunciar, punto. Así que por acá no creo que vaya la solución. Lo que sí se le debe pedir o aconsejar es que muestre un poco de empatía con las víctimas de la represión justificada o no. Eso puede difuminar la polarización, aunque sea un poco.
En segundo lugar, está el Congreso. Como se sabe, para postular la mayoría invierte mucho. Su ROI aún está bajo. A mi entender jamás van a acortar su mandato, menos cuando olfatean que las marchas menguan. Encontrarán cualquier excusa para no hacerlo. Si hay genios en el arte del mecer, los congresistas tienen el monopolio de las lámparas mágicas. Salvo que la gente salga masivamente. Así que por acá tampoco va por ahora. No esperemos adelantos de elecciones para bajar los ánimos.
En tercer lugar, tenemos a las fuerzas del orden y la fiscalía. Su principal tarea debería ser identificar, cercar, atrapar y encarcelar a los vándalos. Esa debe ser la consigna. Es fácil. Si las fuerzas del orden lo hicieran y la fiscalía los obligara a pagar sus delitos, cientos deberían estar ya en la cárcel y con ello el mensaje de orden y paz haría eco. Acá hay trabajo que hacer y puede ser muy efectivo para la pacificación si se hace con inteligencia y sin violencia. Pareciera que lo van a comenzar a hacer, pero todavía no queda claro.
En cuarto lugar, tenemos a la mayoría de los peruanos. La gran mayoría detesta a los políticos, los ve como aves de rapiña, tanto los de derecha como los de izquierda. Pero pocos parece que están dispuestos a protestar en las calles. Tanto es así que las manifestaciones en ningún punto han sido masivas. Ninguna ha superado los 10,000 manifestantes. La mayoría han sido de 1,000 o 2,000 personas. Para que entiendan por ejemplo en la marcha de los 4 suyos del 2000 participaron 250,000 personas en un sólo día. Así que es falso que el pueblo esté protestando. Los números no cuadran y difícilmente van a salir a manifestar en números grandes salvo que algo detone la rabia popular.
Más bien parece que se está cuajando otra clase de fenómeno. Dado a que el peruano promedio está sufriendo económicamente debido a la vulneración del derecho al Libre Tránsito, al punto de la desesperación, en algunas partes podría salir a enfrentarse con los manifestantes. Pareciera que en Cusco podría empezar este comportamiento. Si las autoridades no intervienen temo que así sea: violencia entre civiles. Veremos.
«Marcha de los Cuatro Suyos»: Mitin en el Paseo de los Héroes Navales en el Centro de Lima. (Foto: Verónica Salem / Archivo Histórico El Comercio)
Foto plaza 2 de Mayo, 24 de enero 2023, fuente: AFP
En quinto lugar, tenemos a los vándalos. Unos pocos felizmente, pero que son capaces de cometer crímenes y delitos a escala industrial. Usualmente escondidos y agazapados en el medio de los pocos que usan su legítimo derecho a protestar. A estos hay que atraparlos y sentenciarlos como dije. Esto sería un gran avance hacia la pacificación.
Y por último, pero no por ello de menor importancia, están los millones de hermanos peruanos que sufren de extrema pobreza, con un embalsamiento de demandas justificadas que hay que atender con urgencia. No es posible que 70% de los niños en Puno tengan anemia, que no tengan educación. No es posible que en Cusco no haya gas, que el ganado se muera por frío, que no tengan servicios básicos. En el corto plazo lo que se tiene que hacer es hablar con las comunidades, entender sus problemas, ayudarlos. Esto es básico para traer calma, para no seguir aumentando la desesperanza. Aunque también dudo que se haga algo en este aspecto. Es un problema de décadas.
Por lo tanto, en conclusión, ¿tenemos esperanzas de que el Perú se pacifique para que el turismo renazca? Creo que sí, pero no va a ser rápido. Ni del Congreso, ni del Ejecutivo ayudarán. No van a renunciar, no van a negociar por el bien común, nada. Salvo que pase algo inesperado. Por su lado, ojalá la fiscalía y la policía encarcelen, sin disparar balas, a los manifestantes que comentan delitos. Eso ayudaría mucho a pacificar el Perú, pero también dudo que lo hagan de forma masiva como debería hacerse, con inteligencia. Ojalá me equivoque.
Por su parte, seguramente en las ciudades los peruanos poco a poco irán expulsando a los manifestantes que impiden el libre tránsito. La gente trabaja para poder comer. Y en los pueblos más rurales, luego de algún tiempo también se cansarán de protestar, bloquear vías y descuidar sus quehaceres. Ojalá no se generen grupos radicalizados que comentan actos de terror en el futuro.
Futuro que parece que nos tiene condenados a seguir flotando en estas miserias alimentadas por la mezquindad, por la falta de desprendimiento, por ignorancia, por una historia poco feliz de políticas erradas y de olvido. Así que hay que esperar, no queda otra, y ojalá la violencia termine. Estoy seguro que lo hará. No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. Si es así, en unos meses, cuando las señales de seguridad tomen viento norte, el turismo regresará con todas sus virtudes y fuerza.
Así que les pido al millón y medio de personas y sus familias que algún día disfrutaron de este gran sector, que se aferren a la esperanza de que vienen mejores vientos. No se desanimen por la brutalidad que han visto. No se dobleguen y recuerden que ya vienen también nuevas elecciones. Hay que pensar muy bien a donde ponen la cruz y recordar siempre que cuando la brutalidad está en la cúspide y la ignorancia domina, no hay que sorprenderse que se cometan torpezas, atropellos, tropelías, daños e injusticias. Más aún cuando la corrupción, ilegalidad e informalidad campean de norte a sur, de este a oeste y la justicia cojea y brilla por su ausencia.
Esfuércense para pacificar sus familias, sus barrios, sus comunidades. Porque cuando los vientos soplen, habrá un embalsamiento de turistas que sobre pasará a la oferta muchas veces. Nuestra nueva infraestructura ayudará también. Ojalá la promoción del turismo mejore y la niña que ese día me vendió ese lapicerito pueda disfrutar de su niñez, como seguro lo hizo cuando su padre tenía trabajo, cuando había paz en nuestra patria y los turistas se enriquecían con nuestra cultura y nuestra amabilidad.
PROMOCION DEL TURISMO
Al día siguiente de que pasen estos conflictos urge promocionar al Perú en el extranjero de manera contundente. El turismo no puede esperar y debe recobrar los años perdidos. Acá tendrían que atacar 2 frentes. El primero comunicar que el Perú es seguro (una vez pacificado) y luego Machupizar la promoción ya que hay millones que tienen ese destino como sueño de vida. Es la manera más rápida de conseguir que vengan turistas rápidamente. Y esto hay que decidirlo ya, hoy, ayer, no cuando la violencia pase.
Pero acá hay que entender, ser abiertos. Como innumerables veces he escrito y dicho, la promoción del Perú en el extranjero parte de un concepto equivocado. Se cree que “desmachupizando” la promoción se incrementará el número de turistas en el Perú. Craso error. Los números hablan por sí sólos.
El Perú, a pesar de sus medallas por “saber” promover ha crecido su arribo de turistas del 2015 al 2019 en sólo 26%. Igual que lo que crecieron los arribos de turistas en el mundo de forma agregada. Es decir, fuimos un equipo de media tabla a nivel mundial. Inconcebible cuando tienes una de las maravillas del mundo; Machu Picchu. En Sudamérica en el 2019 fueron más turistas a Argentina, Chile y Brasil. A Perú sólo vinieron 4.4 millones, contando a nuestros amigos que escapaban del régimen de izquierda venezolano.
A todas luces Machupizar la promoción es lo más adecuado. ¿O acaso les parece que ser un país de media tabla está bien teniendo a una de las Maravillas del Mundo? Es como ser de media tabla teniendo a Messi en tu equipo. Claramente la estrategia de desmachupización que tenemos hace años ha sido un fracaso rotundo. Machu Picchu debe ser el imán, la carnada para que la gente visite al Perú. Luego los turistas visitarán los destinos que gusten. Punto.
Este concepto es súper básico. Hay que dejar de lado los sentimentalismos y empezar a ver las estrategias claramente. ¿Quieren otro ejemplo? Qué tal si preguntan a los gerentes de los Centros Comerciales, por ejemplo. ¿Qué es una tienda ancla? ¿Por qué creen que en las fachadas ponen los letreros de las tiendas anclas que son el motor de las visitas? Obvio que es porque son la carnada, una vez que entran al centro comercial la gente también compra en las demás tiendas, en los kioskos, en los restaurantes, etc. Y se genera un consumo masivo donde cada uno encuentra lo que quiere. Más claro que el agua. Ojalá entiendan. Machu Picchu es nuestra mejor carnada y no la usamos. Si la usáramos seríamos de los mejores pescadores del mundo.