Antes del descubrimiento de América y de la subsecuente conquista del imperio del Tawantinsuyo, no existieron las enfermedades virales como: la viruela, el sarampión y la gripe en territorio americano. Los amerindios de la región andina y del norte sufrieron una terrible mortalidad por estas enfermedades.
De hecho, en el norte fueron las enfermedades las que salvaron a los peregrinos ingleses. Tanto es así que agradecieron al Altísimo, por el envío de las mismas debido a que diezmaron a los levantiscos indios. “God sent smallpox” (Dios envió la viruela) fue la primera frase de una famosa oración de agradecimiento de los religiosos anglicanos. Lo mismo ocurrió en México.
En la región andina, como dice William McNeill en su obra Plagues and Peoples, fueron las enfermedades virales las que facilitaron la conquista. El pánico que produjeron estas plagas, como la viruela con sus espeluznantes vesículas en la superficie de todo el cuerpo fue abrumador. Además de cada diez enfermos tres fallecían. La hecatombe producida por estas plagas fue determinante para que los conquistadores, unos puñados de aventureros, lograran su propósito. Los nativos incas acuñaron una sentencia ilustrativa, en su idioma: Chay manan allin Chaska, oncokuni (esa mala estrella, enferma)
Ahora existe evidencia suficiente para postular que las enfermedades virales, desconocidas en América, antes de la llegada de los europeos, tuvieron su origen en la crianza de animales vacunos, animales desconocidos por los amerindios. Como ejemplo emblemático hay que mencionar la asombrosa semejanza entre la estructura molecular de los virus de la viruela humana y los de la viruela vacuna. Tanto es así que esta última, elaborada artificialmente, como preventivo contra la viruela, sirvió para eliminar a esa enfermedad humana de la faz del mundo. Y el sustantivo hoy “vacuna” es sinónimo de arma contra los virus.
Otra historia son la malaria o el paludismo. Esa enfermedad fue importada por los esclavos africanos. Trajeron los microbios parásitos en su sangre y los huevos de los mosquitos trasmisores en los cubos de agua para beber, durante el largo viaje. La malaria se instaló en la costa peruana, en valles que rompen la monotonía del desierto y son emporios agrícolas. Es interesante anotar que los nativos serranos no se atrevían a bajar a la costa por miedo a contraer la enfermedad que llamaban “chucchu”, por la tembladera inter diaria que esta enfermedad produce.
El famoso malariólogo italiano, de apellido Corredetti – cuando había erradicado esa enfermedad de todo Italia – vino a Perú, y realizó el mismo milagro; el que, fuera comentado y elogiado internacionalmente. Esa hazaña trajo como consecuencia un fenómeno social interesante. Los serranos se precipitaron para invadir las más importantes ciudades de la costa de Perú; especialmente la de Lima. La desaparición del paludismo permitió entonces la aparición de la “barriadas”. En resumen, las epidemias han moldeado, están y seguirán moldeando la historia del Perú y del mundo.