El médico colombiano Ricardo Palacios, director de Investigación Clínica del Instituto Butatan de São Paulo, que coordina las pruebas de la vacuna china contra la covid, no cree en la “inmunidad de grupo”
Ricardo Palacios, director médico de Investigación Clínica del Instituto Butantan, en Brasil, nunca había visto tanto interés en su trabajo y en el de otros científicos como el que ahora domina las conversaciones de familiares y amigos, desde que la pandemia de coronavirus se expandió por el mundo. “Nunca soñamos que las personas algún día estarían tan atentas a lo que significan las diferentes etapas de una investigación, los anticuerpos y palabras como estas”, explica. Palacios coordina el estudio clínico que probará la vacuna contra el coronavirus, desarrollada por el laboratorio chino Sinovac Biotech, en 9.000 voluntarios. El pasado 11 de junio se anunció un acuerdo entre el Instituto Butantan, vinculado al Gobierno de São Paulo, y la farmacéutica china para probar y producir la posible inmunización. El jueves, en una conversación con EL PAÍS, Palacios adelantó que es posible que los grupos prioritarios —ancianos, sanitarios y personas con enfermedades previas— reciban la vacuna a partir del primer trimestre de 2021: “Si todo va bien, considerando la progresión epidemiológica, podremos distribuir la vacuna a los grupos prioritarios a partir del primer trimestre del año que viene”.
Palacios, colombiano que se formó en Medicina en la Universidad Nacional de Colombia y se radicó en São Paulo, donde se tornó doctor en Infectología, considera que las proyecciones epidemiológicas de la pandemia en Brasil “no son muy alentadoras”. “La pandemia continuará con fuerza en las próximas semanas. Si así fuera, esperamos tener algunos resultados preliminares efectivos antes de fin de año”, afirmó el investigador, que centra todos sus esfuerzos para combatir la pandemia en investigar vacunas desarrolladas en todo el mundo. Como algunos de sus colegas, no cree que con este coronavirus se produzca la llamada inmunidad de grupo o de rebaño, cuando el número de personas resistentes al virus alcanza una fracción de la población lo suficientemente alta como para no encontrar más individuos susceptibles a la infección.
“Conocemos cuatro tipos de coronavirus que causan resfriados comunes. La mayoría de la población ya ha contraído estos agentes infecciosos y, después de un tiempo, se infecta otra vez, repitiendo el ciclo. Esos coronavirus acompañarán a la humanidad en las generaciones futuras”, argumenta Palacios, que cree que sucederá lo mismo con el nuevo coronavirus. “Ya hay estudios que muestran que el SARS-CoV-2 tiene esta misma heterogeneidad: no todos los que han estado expuestos al virus responden de la misma manera. Con este parámetro, es difícil creer que alcanzaremos un punto de ‘inmunidad de grupo’”.
Palacios utiliza como ejemplo la epidemia de síndrome respiratorio agudo grave (SRAG) de principios de los 2000: los científicos demostraron que, seis años después, solo el 8% de las personas que desarrollaron la forma grave de la enfermedad tenían anticuerpos neutralizantes. “El nuevo coronavirus ha llegado para quedarse, la respuesta inmune no es como la del sarampión, que se pasa una vez y nunca más. La inmunidad de rebaño es un espejismo en el caso de la covid-19. Necesitaremos una vacuna que controle la enfermedad, pero no la circulación del virus”, afirma.
La semana pasada, la Comisión Nacional de Ética en Investigación (Conep) y la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa) aprobaron que se iniciara el estudio que coordina el Instituto Butantan. Para llevarlo a cabo, se han movilizado 12 centros de investigación en los Estados de São Paulo, Río de Janeiro, Distrito Federal, Minas Gerais, Río Grande del Sur y Paraná. Los 9.000 voluntarios tienen que ser profesionales sanitarios que trabajen para combatir el coronavirus y no se hayan contagiado.
Palacios afirma que el desarrollo de la vacuna está avanzado porque Sinovac ya había creado un proceso similar durante la epidemia de SRAG a principios de los 2000. Se espera que la vacuna para la covid-19 se administre en dos dosis, la segunda entre 14 y 28 días después de la primera. La investigación del Instituto Butantan y el laboratorio Sinovach será, a partir de la próxima semana, la segunda en el mundo que llega a la tercera y última fase de pruebas. La otra que está en esta etapa es la que ha desarrollado la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, con la colaboración de la Universidad Federal de São Paulo.
“Antes de fin de año, debemos tener un estudio preliminar eficaz. Lo cual es absolutamente increíble si consideramos que solo supimos de la existencia del nuevo coronavirus los últimos días de 2019. Es algo inédito que demuestra que la coordinación global de los científicos está funcionando”, celebra el investigador, que subraya que esta tecnología controlará la enfermedad, pero no el virus. “El gran mérito de la vacuna contra la gripe, por ejemplo, fue evitar que las personas tuvieran que ser hospitalizadas o murieran de la enfermedad”, dice. Según él, es lo que podemos esperar de las vacunas contra la covid-19. Sí, en plural.
“La tecnología Sinovac es muy buena para generar anticuerpos y neutralizar el virus. Una duda que tenemos es cuánto duran estos anticuerpos. Todavía no lo sabemos”, explica Palacios, y recuerda que, para muchas enfermedades, como la hepatitis B o el virus del papiloma humano (VPH), tenemos que inmunizarnos más de una vez. “Quizás todas estas vacunas [contra el coronavirus] necesiten refuerzos. Y es posible que se haga un refuerzo cruzado, es decir, que tomemos primero la de Oxford y luego la de Sinovac”. Palacios también señala que “el mundo necesita muchas vacunas”: en Latinoamérica, solo Brasil, Argentina y México tienen fábricas capaces de producir vacunas; en el continente africano, solo Sudáfrica. “No debemos pensar solo en cómo resolver el problema de Brasil, también necesitamos resolver el problema del resto de la región y de África. Estas vacunas han llegado para quedarse”.
El investigador aprovechó la oportunidad para enfatizar la importancia de la ciencia brasileña y las instituciones públicas. No solo el Instituto Butatan, sino también la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), Anvisa, las universidades públicas… “Y, en medio de todo esto, el SUS [la sanidad pública brasileña] está resistiendo. No hemos tenido que decidir quién viviría y quién moriría, como sucedió en Italia o Nueva York, debido a la falta de respiradores”, argumenta, aunque la situación es muy desigual en todo el territorio brasileño y en ciudades como Manaos, Fortaleza o Río de Janeiro hubo lista de espera para las UCI.
Para Palacios, las personas deberían “sentirse desprotegidas” ante el desmantelamiento de la ciencia brasileña, que se ha visto afectada por múltiples recortes presupuestarios y en las subvenciones para investigación en los últimos años. “Desde 2009 hemos tenido gripe porcina, zika, ébola, brotes de dengue y fiebre amarilla… Esto es grave, no es eventual. Estamos constantemente apagando incendios, y son diferentes emergencias”, dice. “La ciencia, en el sentido más amplio, es un activo para el país. Es lo que decidirá quién sigue adelante y quién se queda atrás”.
Fuente: El País