España tendrá la mitad de habitantes en 2100, solo 23 millones, y su economía caerá hasta el puesto 28º del mundo sin políticas de apoyo a la inmigración, según un estudio que publica ‘The Lancet’
“Hace 10.000 años éramos solo un millón. En 1800, hace poco más de 200 años, éramos ya mil millones. Hace 50 años, hacia 1960, éramos tres mil millones. En la actualidad, superamos los siete mil millones. En 2050, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos vivirán en un planeta habitado por nueve mil millones de personas como mínimo. Antes de que acabe el presente siglo, seremos por lo menos diez mil millones. Posiblemente más”. En su libro Diez mil millones, el profesor de Oxford Stephen Emmott trataba de advertirnos de la realidad apocalíptica que afronta la humanidad si alcanzamos esa formidable cifra de personas en la Tierra. Pero cabe la posibilidad de que el ritmo de crecimiento se frene mucho antes y nunca lleguemos a ese peligroso número.
Es lo que propone un estudio que publica The Lancet: el pico de población se alcanzará en la década de 2060, con 9.700 millones. Y a partir de ese momento, la humanidad se irá reduciendo lentamente hasta quedarse en los 8.800 en 2100. La clave: la educación de la mujer, que será más generalizada y precoz según los científicos que proponen estas cifras, del Instituto de Métricas y Evaluación de Salud de la Universidad de Washington (IHME, por sus siglas en inglés). “Nuestros hallazgos sugieren que las tendencias continuas en el nivel educativo femenino y el acceso a la anticoncepción acelerarán la disminución de la fertilidad y el crecimiento demográfico lento”, asegura el estudio. Incluso en países como Níger, con siete hijos por mujer en la actualidad, se llegaría a una natalidad similar a la de Francia en la actualidad (1,8).
Evolución por regiones
En miles de millones de personas
El pronóstico de Naciones Unidas es que habrá unos 11.000 millones de personas en 2100, dos mil millones más que lo que propone el nuevo cálculo. “Una disminución de la población mundial total en la segunda mitad del siglo es una buena noticia para el medio ambiente mundial”, asegura el artículo, y “significaría menos emisión de carbono, menos estrés para los sistemas alimentarios mundiales y menos probabilidades de sobrepasar los límites del planeta”.
Este encogimiento se deberá esencialmente a una drástica reducción de la tasa de fertilidad en el África subsahariana y a la rápida reducción de habitantes que sufrirán Asia y Europa central y oriental. En concreto, calculan que las poblaciones menguarán a la mitad en 23 países y territorios, incluida España, que pasará de 46 a 23 millones de habitantes al final de este siglo (serán 33 millones, según la ONU). Otros países que perderían la mitad de población son Japón, Tailandia, Italia, Portugal y Corea del Sur. Además, otros 34 países tendrán una gran disminución de habitantes, incluida China, que pasará de 1.400 a 732 millones.
África frena su crecimiento por encima de lo esperado por Naciones Unidas, pero aun así triplicará su población. Eso provoca, entre otras cosas, que Nigeria se convierta en 2100 en una potencia global con casi 800 millones de habitantes, solo por detrás de India (1.000 millones) y por encima de China en el podio de población mundial. En el top ten de países más habitados al final del siglo habrá cinco africanos (Nigeria, R.D. Congo, Etiopía, Egipto y Tanzania) y se descuelgan Brasil, Bangladesh, Rusia y Japón. Resisten Indonesia y EE UU, aunque el caso norteamericano dependerá por completo de que mantenga la política migratoria del último siglo y no la de la última Administración de Donald Trump. “Las políticas liberales de inmigración en Estados Unidos han recibido un revés político en los últimos años, lo que amenaza su potencial para mantener el crecimiento económico y de población”, se lee en el estudio.
Esa es la clave y la principal moraleja del estudio: los países que apuestan de forma decidida por la inmigración como política a largo plazo saldrán fortalecidos. Francia, Reino Unido, Australia, Canadá y Nueva Zelanda mantienen y refuerzan su población, su influencia y su puesto en la economía global en las próximas décadas gracias, en buena medida, a esa inversión en población de origen extranjero. “Algunos países mantendrán a sus poblaciones a través de políticas de inmigración liberales y políticas sociales que apoyen más a las mujeres que trabajan y alcanzan el tamaño de familia deseado. Es probable que estos países tengan un PIB mayor que otros países, con los diversos beneficios económicos, sociales y geopolíticos que conlleva una población activa estable”, explica el estudio.
Pirámide de población en 2100
En miles de millones de personas
Según el artículo, los países tienen cuatro opciones a seguir para afrontar los problemas de natalidad. Pueden intentar aumentar la tasa de fertilidad creando un ambiente propicio para que las mujeres tengan hijos y sigan sus carreras; pueden restringir el acceso de las mujeres a los servicios de salud reproductiva; pueden aumentar la participación en la fuerza laboral en edades más avanzadas y pueden promover la inmigración. Los autores del trabajo se muestran seguros de que cambiarán sus políticas aquellos países que, como Japón o Hungría, hasta ahora se han dejado llevar por “el deseo de mantener una sociedad lingüística y culturalmente homogénea” a pesar de “los riesgos económicos, fiscales y geopolíticos de las poblaciones en declive”.
“Estos estudios sirven para advertir de determinadas tendencias y de momento las políticas pronatalidad que han puesto en marcha algunos países, como Hungría, no resuelven a largo plazo”, explica la demógrafa del CSIC Teresa Castro. Y señala: “Lo que de verdad sirve para mejorar la natalidad no son cheques de ayuda, sino cambiar el modelo de sociedad para lograr políticas de empleo estable”.
“Para los países de altos ingresos con una fecundidad por debajo de la tasa de sustitución, las mejores soluciones para mantener los niveles actuales de población, el crecimiento económico y la seguridad geopolítica son políticas de inmigración abiertas y políticas sociales que apoyen a las familias para que tengan el número deseado de hijos”, explica Christopher Murray, director del IHME. “Sin embargo, existe un peligro muy real de que, ante la disminución de la población, algunos países puedan considerar políticas que restrinjan el acceso a los servicios de salud reproductiva, con consecuencias potencialmente devastadoras. Es imperativo que la libertad y los derechos de las mujeres estén a la cabeza de la agenda de desarrollo de cada gobierno“, advierte Murray.
“La perspectiva de que la población española se reduzca a la mitad me parece bastante absurda”, critica Castro, que también considera “irreal” la reducción de fecundidad que se augura para países como Afganistán, Níger o Pakistán, que llegarían a niveles por debajo de los del norte de Europa. “Es probable que baje, pero para que caiga de esa forma depende del acceso de las mujeres a una verdadera educación de calidad y a sistemas de planificación familiar y anticoncepción modernas”, añade Castro, que también trabajó en la división de Naciones Unidas que proyecta las poblaciones del futuro. Y apunta que quizá los autores del estudio, que financia la Fundación Bill y Melinda Gates, “asumen que pasarán las cosas que quieren que pasen”. Los autores de este nuevo análisis reconocen un margen de incertidumbre considerable para pronosticar evoluciones a 80 años vista, pero creen que es mejor que lo que teníamos hasta ahora, porque han desarrollado nuevos modelos de series temporales con mayor cantidad de datos sociodemográficos, que incluso añaden probabilidad de conflictos, desastres naturales y crecimiento económico.
El futuro que plantea este estudio es el de un planeta extraordinariamente envejecido en 2100, en el que los mayores de 65 años rondan los 2.300 millones, en comparación con tan solo 1.700 millones de menores de 20 años. Habrá el doble de personas mayores de 80 años que menores de 5 (800 millones frente a 400). Este cambio brutal en la pirámide demográfica afectará a las relaciones de poder entre los países y a su capacidad de mantener la solidez de su economía con una fuerza laboral menguante y avejentada (al margen de lo que la robótica pueda ofrecer, que los autores del estudio no se atreven a pronosticar). Por ejemplo, la fuerza laboral de China pasará de los 950 millones a unos 350 millones, y su poder militar se verá seriamente menguado al perder el 65% de los jóvenes entre 20 y 24 años.
“La actual narrativa populista sobre el valor de la cohesión étnica para justificar los límites de la migración se verá desafiada por el deterioro de los niveles de vida”, escribe Ibrahim Abubakar, del University College de Londres, en un artículo que acompaña al estudio. Y apunta: “En última instancia, si las predicciones de Murray y sus colegas son incluso medio precisas, la migración se convertirá en una necesidad para todas las naciones y no en una opción”.
En el estudio también se atreven a medir la influencia de la población en el peso político y económico de los países, augurando que países como China y EE UU permanecerán a la cabeza, acompañados por India, como los países con las mayores economías del planeta por su PIB. Pero la gran pérdida de habitantes provocará que sufra el tamaño de la economía de países como España, que pasa de ser la 13ª economía global en 2017 a la 28ª a finales de siglo, Italia (de 9ª a 25ª), Brasil (de 8ª a 13ª) o Corea del Sur (de 14ª a 20ª).
Richard Horton, director de The Lancet, asegura que “esta importante investigación traza un futuro que debemos planificar con urgencia”. “Ofrece una visión de cambios radicales en el poder geopolítico, desafía los mitos sobre la inmigración y subraya la importancia de proteger y fortalecer los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. El siglo XXI verá una revolución en la historia de nuestra civilización humana. África y el mundo árabe darán forma a nuestro futuro, mientras que Europa y Asia retrocederán en su influencia. A finales de siglo, el mundo será multipolar, con India, Nigeria, China y EEUU como potencias dominantes. Este será realmente un mundo nuevo, para el que deberíamos estar preparándonos hoy”, advierte Horton.
Fuente: El País