Imagine usted que Alicorp está financieramente mal y necesita una reestructuración total, desde su cultura hasta sus líneas de negocio. Imagine ahora que le piden su consejo sobre qué hacer. De seguro, lo primero que pensará es en no perder más tiempo, idear un plan de rescate y encontrar a la persona idónea que lidere tamaño encargo. Debería ser una persona con mucho conocimiento y de la industria, pero que tenga la pasión de hacer suyo el proyecto de transformación, así como el aplomo de sacarlo adelante pese a las adversidades que seguramente se presentarán. Acto seguido, es posible que usted se dé cuenta que esto no se arreglará en un mes ni en un año, pues sabe que la reestructuración de una organización tan grande demandará mucho tiempo, al menos cinco años, siendo optimista, para obtener resultados consistentes.
Lo que usted acaba de pensar es lo que realmente ocurre en el sector privado a nivel de grandes transformaciones. El directorio o consejo de administración entiende que reestructurar una organización enorme, muchas veces elefantiásica, requiere de tiempo, mucho tiempo, y por eso suele darle la confianza a un gerente general, CEO, director ejecutivo, consejero delegado o como quieran llamarle, para que ejecute el proyecto el tiempo que sea necesario. El tiempo lo cura todo y, en este caso, con tiempo se transforma todo. Por ello, las historias de grandes reorganizaciones tienen algo en común: un gran líder que permaneció en el cargo el tiempo suficiente para lograr los objetivos propuestos.
El ejemplo de Alicorp, completamente imaginario vale aclarar, no ha sido la excepción. Leslie Pierce estuvo al frente de esta empresa durante 20 años. Tomó el cargo de gerente general en 1991 cuando la organización tenía ingresos de US$80 millones al año y se fue dejando una compañía internacional con ventas anuales de más de US$1,300 millones. Hoy hablamos de muchos millones más, claro está.
Ni siquiera una organización como Disney se escapa de esta combinación de tiempo y liderazgo. De hecho, a principios de este año Bob Iger, su director ejecutivo, anunció que dejaría el cargo luego de 15 años, período durante el cual consolidó una expansión que incluyó la compra de Pixar, Lucasfilm, Marvel, Fox, entre otras grandes decisiones sin las cuales Disney no sería lo que es hoy. Es que es imposible reestructurar de forma coherente una institución en sólo un año. Menos si es una organización enorme en ramas funcionales y alto impacto territorial. Pensar en lograrlo en el corto plazo es absurdo o literalmente una locura. “La definición de la locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados”, frase de algún ser humano desconocido, erróneamente atribuida a Albert Einstein.
Habiendo dicho lo anterior, ahora le pido que imagine que le solicitan a usted un nuevo consejo para reorganizar el Ministerio de Educación, el cual está en crisis y necesita una transformación. De seguro lo primero que se preguntará es qué tan grande es un ministerio en el Perú. Pongamos las cosas en contexto: para este año el presupuesto para el sector Educación fue de S/. 31,328 millones y administra un total de 388,000 docentes. Usted se acaba de dar cuenta que es mucho más grande que Alicorp y por lo tanto el trabajo será más difícil y requerirá más tiempo. El tiempo es la clave. Tal vez cinco, diez o 15 años, pero claramente este será un trabajo de largo plazo. Ahora imagine que le dicen que tiene sólo 12 meses para obtener algún tipo de resultado sostenible, pues ese es el período promedio que dura un ministro en el Perú. De seguro para este momento usted responderá que la magia no existe, pero la locura sí.
A propósito del reciente cambio de gabinete es bueno reflexionar sobre una nueva definición de locura: cambiar ministros de Estado cada vez más rápido y esperar resultados diferentes, como convertirnos en un país con una educación de calidad o con una red de salud funcional o con un sistema de transporte público decente.
Es más probable que en 12 meses encontremos una vacuna contra el Covid-19 que una cura contra la corrupción enquistada en todas las entidades públicas.
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