A estas alturas, esperaría que a nadie le quepa duda de que esta pandemia ha dejado en evidencia la importancia del sector privado para el país. La inversión realizada los últimos años, por ejemplo, en servicios básicos, como electricidad y telecomunicaciones, ha permitido guardar cuarentena de una mejor manera a todo nivel socioeconómico. Los impuestos pagados por las empresas formales mineras, pesqueras, comerciales, de turismo y agroexportadoras, entre otras, han permitido que el gobierno tenga hoy los recursos para gastos en salud, educación y entregas de bonos. Las deficiencias identificadas en salud y educación, sin embargo, provienen de una mala gestión gubernamental acumulada de muchos años, pero que se demuestra que se podrían solucionar en cuestión de meses. El problema no son los recursos, sino la gestión de estos. Aunque el desahorro que hemos tenido y la paralización de la actividad productiva, hará que tengamos limitados recursos nuevamente, por ello urge volver generarlos.
Como han mencionado múltiples analistas y editoriales los últimos dos meses, el Estado no genera riqueza, sólo administra recursos provenientes de impuestos pagados por privados. Lo que sí pueden hacer los gobiernos es generar las condiciones para que se cree dicha riqueza, aunque del mismo modo tienen el poder para ralentizar su realización o incluso destruirla.
La pandemia también revela que los ingresos se generan día a día, tanto para formales como informales, y que cerrar la economía por dos meses puede hacer retroceder a un país 30 años, dejar a más de 2 millones de personas sin empleo y volver a poner en la pobreza a millones de peruanos. Sí, así de sensible es la economía y así de importante es la formalidad y la inversión privada.
En mis múltiples conversaciones con inversionistas, una de las preguntas que siempre surgen son las relacionadas al funcionamiento del Estado y sobre quién tiene “el poder” para hacer funcionar o paralizar la economía. Así, he ensayado una explicación desde hace ya algunos años que creo que resume bien la respuesta y permite que sea entendida por muchos.
Podemos agrupar el funcionamiento y “poder” del Estado en cuatro: uno que reúne a los ministerios relacionados a la actividad productiva, los que “producen”; otro a los “gastadores” y también realizan inversión pública; otro a los “reguladores”; y, finalmente, uno a los grandes “directores de orquesta” o “coordinadores”. Esta figura muestra gráficamente lo que quiero ilustrar.
Perú: ¿Quién hace qué en el Estado?
Vemos así que la menor cantidad de sectores son los que producen y el mayor número de ellos son los destinados a gastar y regular. Es decir, el peso de la mayor parte de la economía, de la generación de riqueza y pago de impuestos, recae en básicamente 4 sectores. Los productores, como la minería, pesca, agricultura y turismo, generan los recursos para que todos los demás puedan funcionar: para los que gastan puedan tener recursos y para los que coordinan y regulan puedan hacerlo. Sin embargo, los productivos son lo más regulados. Sin producción, no habrá presupuesto que gastar. Sin producción, no habrá sectores que coordinar. Sin producción, no habrá empresas que regular.
Si analizamos dónde está “el poder”, podemos hacerlo en el sentido de qué entidades tienen la capacidad de que se generen o no recursos para que la economía funcione. Uno pensaría que este “poder” está en el cuadrante de “productores”, pero hoy, lamentablemente, ello no es así. Claramente, el poder, está en el de los que regulan. Y son entidades que en muchos casos no tienen más de una década de creadas. Sí, desde hace muchos años, en el Perú no se puede iniciar ni continuar ninguna inversión o emitir una norma sin la aprobación o venia de los que son parte del cuadrante de los que “regulan”. Es allí donde yace el poder hoy en día. Y recae en entidades que han demostrado que no entienden a los sectores productivos o nunca han generado riqueza alguna, y cuyo mantra parece estar en que lo mejor para el país es mantener el statu quo o que todo lo productivo tiene impactos negativos, por lo que mejor es no hacerlo. Parecen no entender que “del cuero salen las correas” y que hace mucho los privados entendieron que “no pueden descuidar al ganado que genera el cuero y que ese ganado podría generar impactos a su entorno”.
En un país ideal, inexistente, por cierto, el balance del “poder” estaría en los cuatro cuadrantes; recayendo, por supuesto, un rol de gran “coordinador o director de orquesta” en la Presidencia de Ministros y el Ministerio de Economía y Finanzas. Ciertamente, mucha de la inversión pública realizada por los “gastadores” es útil para crear condiciones para la inversión (como lo es la infraestructura), para tener una población educada y saludable, y para cuidarnos y defendernos interna y externamente. Y tan importante es generar riqueza como saber cómo gestionarla, pues de nada sirve dinero público en bancos, mal invertido o en manos corruptas. Mecanismos como obras por impuestos o asociaciones público-privadas buscan, en cierta medida, una mejor gestión de los recursos públicos con intervención privada.
Es esta coyuntura de pandemia, donde debemos retomar la producción y volver a ahorrar y generar riqueza para pagar deudas asumidas, es momento de reevaluar quién debe liderar el progreso en este país. Si el desarrollo está liderado (o limitado) por el grupo de los “reguladores” (por lo menos con la actualidad mentalidad), estaremos destinados al fracaso. Los ministerios productivos coordinados con el de Economía y Finanzas, deben liderar ya el camino de crecimiento de los próximos años. Y muchos entenderán esta propuesta como búsqueda de relajación de estándares y licencia para “hacer lo que sea y como sea”; bueno, nada más alejado de la realidad. Esta propuesta es sobre liderazgo y audacia para tomar decisiones. Verlo desde otra perspectiva es negar empleo, salud y educación a los peruanos, aumentar pobreza y limitar el desarrollo del país.